En poco más de año y medio en la presidencia de la república, Mauricio Macri dejó atrás un estilo de prédica pacífica y amorosa. Depositó el esquema de poder en Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, sus gerentes de la línea dura. Macri, podría decirse, está envalentonado. Siente que por primera vez en la historia se quitó de encima «ser hijo de Franco». Disfruta ahora de su liderazgo en este nuevo rol provocador. No le hacen mella las contradicciones entre las propuestas de campaña y las decisiones gubernamentales que las desmienten; se fastidia con los conflictos de intereses entre negocios familiares y el sillón que ocupa, sigue sosteniendo que el rumbo elegido en economía es el correcto mientras el desempleo y la inflación lo desmienten a diario. No pierde tiempo en adjudicar al demonio K muchos de los males que su propia administración contribuyó a instalar.
Gustavo Sylvestre ha sabido, desde el minuto cero del macrismo, mostrar las postales más controvertidas de este cambio, postales todas que se incluyen en el álbum de la exclusión. En este libro, repasa sin atenuantes los hechos, las frases, el estilo y el detrás de la escena de un gobierno que, bajo la premisa de la nueva política, no ha hecho más que repetir fórmulas ya fracasadas para la mayoría, pero vigentes para mantener los privilegios de una elite. Como bien dice Sylvestre en el prólogo de estas páginas:
«Bienvenidos al macrismo explícito, donde hasta la más dura realidad puede ser transformada en algo positivo o esperanzador por el gobierno de Cambiemos».
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